PASCUA DE 1916

CIEN AÑOS DEL LEVANTAMIENTO DE PASCUA EN IRLANDA



jueves, marzo 03, 2011

JUAN PABLO II


Juan Pablo II, ha sido el Papa que ha dejado una huella imborrable en la historia del Siglo XX; uno de los primeros países que visitó fue Irlanda, que como bien sabemos tiene una tradición católica férrea. Hace algunos años se puso a la venta en inglés y español el libro CONMIGO DÍA TRAS DÍA, que contiene 365 páginas para leer una reflexión diaria en palabras de Juan Pablo II. Estas palabras son recopiladas de homilías, actos públicos, etc. La reflexión correspondiente al 17 de marzo es la siguiente:

“Desde los días en que era un pastorcillo en Slemish hasta su muerte en Saúl, Patricio fue un testigo de Jesucristo. Fue el primero en encender el fuego pascual en tierras irlandesas, concretamente en la colina de Slane, para que la luz de Cristo alumbrase a toda Irlanda y uniese a todo su pueblo en el amor del único Jesucristo. Para mi es motivo de alegría encontrarme hoy aquí, con todos vosotros, ante la Colina de Slane, y proclamar a este mismo Jesús, el Verbo encarnado de Dios, el Salvador del mundo.
Saludamos hoy a Cristo con las palabras de la liturgia pascual, celebrada por primera vez en Irlanda por San Patricio en esta colina de Slane: El es el alfa el omega, el principio y el fin de todas las cosas. Los tiempos y los siglos le pertenecen. Gloria le sea dada por siempre. Que la luz de Cristo, la luz de la fe, pueda seguir brillando en Irlanda. Que ninguna tiniebla la extinga jamás. Para ser fiel, hasta la muerte, a la luz de Cristo, rezó constantemente por los irlandeses. Escribió en su Confesión: ‘Nunca permita Dios que yo vea que se pierde el pueblo que El ha reconquistado en las regiones más extremas del mundo. Pido a Dios que me dé perseverancia y se digne hacerme fiel testigo de El hasta el final de mis días, al servicio de Dios… Desde el momento en que lo conocí en mi juventud, el amor de Dios y el temor de El han crecido en mi, y hasta ahora, en virtud de la gracia de Dios, he conservado la fe” (San Patricio, Confesión, 44.58)”

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